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27 de junio de 2013

Alternativas a la prueba Enlace

El dilema es éste: o mejorar técnicamente el diseño de la prueba, asegurar su correcta aplicación y brindar plenas condiciones de transparencia para el conocimiento de los resultados, o bien modificar, de fondo, el diseño de evaluación del que el examen ENLACE forma parte. Hay quienes se pronuncian por la primera opción, incluso autoridades educativas de la Federación y los estados, también la dirigencia sindical, hasta donde se sabe, y quienes apuestan por la segunda: la disidencia sindical y no pocos académicos y especialistas. En el INEE se está examinando el asunto y se espera del organismo que, desde su autonomía, genere un pronunciamiento que teme en cuenta los ángulos pedagógico y político del tema.

Decíamos hace una semana que las pruebas escolares generales, si son de “alto impacto”, tienden a generar las condiciones para que todos los sujetos involucrados en la acción educativa, lo mismo funcionarios que maestros, padres de familia y desde luego estudiantes, busquen orientar el papel que desempeñan hacia la obtención de resultados satisfactorios, tanto en el ámbito individual como en el agregado.
 
Los resultados que se conocen de la aplicación de ENLACE desde 2007, con la notable modificación de un perfil de resultados básicamente deficiente en todos los grados y áreas de conocimiento evaluadas (el de 2007), a otro en que se alcanza un relativo balance entre alumnos calificados en los niveles de insuficiente/elemental y bueno/excelente, apuntan en la dirección indicada.
 
Una de tres, o mejoró significativamente la enseñanza y el aprendizaje de la lengua española y las matemáticas, o los encargados de la gestión escolar, los maestros y los alumnos encontraron la forma de encarar el examen, o la prueba cambió para acercar los resultados a las metas propuestas. En enero de 2011 la SEP, el Consejo Nacional de Autoridades Educativas y el Consejo de la Comunicación (voz de las empresas) acordaron, en el marco de la Campaña Leer para Aprender, entre otros propósitos, el de “establecer metas y objetivos estatales relacionados con la meta nacional para ampliar a 4.1 millones el grupo de estudiantes de primaria con nivel bueno o excelente en la prueba de Español de ENLACE 2012.” A la ceremonia de firma del acuerdo acudió la ex líder del SNTE, Elba Esther Gordillo, en señal de solidaridad con la propuesta del binomio entre la autoridad educativa federal y los empresarios aunque, justo es subrayarlo, la entidad gremial no suscribió el acuerdo (véase La Jornada, 26 de enero de 2011).
 
Así, la estadística vigente sobre los resultados ENLACE reporta, entre otros resultados, el de “Contribución de las entidades federativas a la Meta Nacional SEP-Consejo de la Comunicación 2012”. En varias entidades, según el reporte de resultados, no sólo se logró dicha meta sino que fue ampliamente rebasada. Dos ejemplos: en Chiapas pasó de un de 28.9 por ciento de estudiantes en los niveles de bueno y excelente en 2010 a 43.7 por ciento en 2012. En sólo dos aplicaciones se observó una mejora de casi quince puntos ¿cómo le hicieron?. En Tabasco el avance fue de 12.5 puntos porcentuales, de 34.5 a 47.0 por ciento alumnos buenos o excelentes. Estos datos contrastan, entre otros aspectos, en que el adelanto en el nivel nacional fue de 4.9 por ciento. La cuestión de fondo es si es correcto o no que vaya la SEP de la mano con el Consejo de Comunicación al fijar las metas de desempeño en lectura ¿no habría una mejor opción?
 
Alternativas
 
Hay quienes sostienen, y me adhiero a ese punto de vista, que lo deseable es que existiera una prueba referente para valorar en qué medida se logran mejores desempeños, por ejemplo en lectura y matemáticas, en el sistema y subsistemas de la educación en México. Para ello, lo más indicado, es una prueba objetiva —cuyo contenido tendría que ser determinado por las autoridades educativas y los especialistas en la materia—, de carácter muestral, y sin consecuencias para los estudiantes y los profesores. Tal y como es, por ejemplo, la prueba PISA que administra la OCDE.
 
¿Y la evaluación de los aprendizajes de los alumnos? Debería hacerla, como siempre la han hecho, los profesores. La terea entonces es: primero, capacitar de la mejor manera posible a los profesores en los temas e instrumentos de la evaluación. Enseñarlos a ser mejores evaluadores, eso es perfectamente factible. En segundo lugar, diseñar instrumentos de evaluación (cuantitativa, cualitativa y mixta) para ofrecer a los docentes un repertorio de opciones, tal y como se ha hecho, por largo tiempo, con otros materiales de instrucción, en primer lugar con el libro de texto gratuito. En tercer lugar, que la SEP y las autoridades educativas de los estados asuman, con todas sus consecuencias y con un renovado margen de acción, la función de supervisión del trabajo docente. Eso sí que sería recuperar la rectoría del Estado en la educación.
 
Porque, en materia de evaluación, un ENLACE plus sería decepcionante, amén de un factor menos para recomponer el aún crispado clima de gobernabilidad del sistema educativo del país.

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