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18 de agosto de 2011

Camila Vallejo Dowling

Tiene 23 años, cursó la carrera de Geografía en la Universidad de Chile, encabeza desde 2010 la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) y ha sido una figura clave en el movimiento de estudiantes y académicos que está confrontando las propuestas de cambios en el sistema educativo de ese país anunciadas por el presidente Sebastián Piñera el pasado 21 de mayo. Es una figura de indudable carisma a la que la prensa local y los medios internacionales han prestado gran atención, presentándola como la cara de un movimiento de jóvenes que ha puesto en jaque a la opción política de la derecha chilena.

Pero Camila Vallejo es más que una figura mediática. En su campaña para contender por la presidencia de la FECH consiguió articular, junto con las organizaciones que respaldaron su candidatura, la plataforma de enfoque y acción política que más tarde orientaría los planteamientos centrales de la movilización de 2011. Al tomar posesión del cargo de presidenta de la Federación, en noviembre de 2010, expresó los trazos básicos de esa propuesta política. Vale la pena citar algunos fragmentos:

“Nuestra visión es la de una universidad que se ubique ya no en los primeros rankings de la competencia o el marketing universitario, de los cuales hoy en día mucho se habla, sino que se ubique en el primer lugar de aporte al desarrollo social del país, el primer lugar en el fomento de la equidad en cuanto a la composición social de sus estudiantes, que ocupe el primer lugar en el desarrollo de la ciencia y tecnología al servicio de los intereses de Chile y su pueblo.

“Creemos en una universidad permanentemente vinculada con los problemas que nuestro pueblo le presenta, activa en la búsqueda de soluciones y en la entrega de aportes por medio del conocimiento.

“Sin embargo, nuestra realidad actual dista mucho de estos conceptos brevemente aquí esbozados, hoy la universidad es cada vez más un proyecto sin otro norte que no sea el que le señala el mercado, a la educación superior se le ha puesto precio y nuestras universidades son medidas por criterios industriales de producción como si fueran una empresa más dentro del esquema productivo de la nación, una empresa especial con muchas comodidades en su proceso productivo, pero empresa al fin y al cabo.

“¿Seguiremos dejando que solo aquellas disciplinas que son rentables en el mercado alcancen niveles de desarrollo armónicos y de excelencia? O ¿aseguraremos de manera efectiva que todas las áreas del conocimiento tengan un trato justo y así puedan contribuir a consolidar la sociedad que anhelamos, ya no solo en términos económicos, sino en términos culturales, intelectuales, cívicos, valóricos, es decir, con seres humanos íntegros?

“Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para nosotros la universidad no puede ser un negocio ni mucho menos la educación puede ser una mercancía. La pelea será dura, pero está el futuro de la universidad en juego y en esta batalla nosotros no bajaremos los brazos.”

Este discurso fue originalmente difundido por la edición chilena de Le Monde Diplomatique y ha sido reproducido en numerosos medios impresos y electrónicos. Se conoce como el “Discurso de Asunción” de Camila Vallejo y vale la pena su lectura completa.

En el transcurso de la protesta estudiantil iniciada hace ya tres meses, Camila Vallejo ha desempeñado el papel de vocera oficial del movimiento. En las semanas recientes ha sido entrevistada prácticamente a diario sin perder el tono de mesura en la expresión y una invariable lucidez en sus respuestas. Casi a cualquier cuestionamiento responde en forma lógica y eficaz, que cualquiera comprende, aunque no todos compartan:

Ustedes aseguran que el sistema educativo chileno está en crisis. ¿En qué cifras o datos se sustenta esa afirmación?

En varios: el costo de estudiar aumenta cada vez más, la tasa de deserciones por no poder pagar alcanza 65 por ciento en los tres quintiles más bajos y 58 por ciento de los que egresan terminan trabajando en algo que no tiene nada que ver con lo que estudiaron.

¿Qué opinión le merece el pronunciamiento del presidente Piñera en el sentido de que “nada es gratis en esta vida” y que “aunque todos quisiéramos que la educación fuera gratis, alguien tiene que pagarla…”?

Eso es cierto; lo que pasa es que nosotros creemos que debe pagarla el Estado.

¿Qué bloquea, concretamente, la posibilidad de un diálogo?

Que el gobierno nos invita a trabajar sobre su agenda y no sobre los puntos que hemos venido demandando.

Si pudiera enviarle un mensaje al presidente Piñera, ¿qué le diría?

Que tiene una oportunidad histórica para recuperar la educación pública y que no es necesario mantener un modelo que sólo contribuye a garantizar la desigualdad. Ojalá escuche las demandas del pueblo chileno y todos podamos vivir en un país más justo y libre (diario El Tiempo, Bogotá, 14/08/2011).

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