El pasado 15 de mayo, en el marco de la celebración del Día del Maestro, la
presidenta nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores al Servicio de la
Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, pronunció un discurso en el cual, en
forma por demás sucinta, casi cifrada, comunicó la perspectiva de la
organización gremial sobre la evaluación en el sistema nacional de educación
básica.
Semanas antes, la líder sindical había manifestado una postura crítica tanto
al desempeño de los dos secretarios de Educación del sexenio, Josefina Vázquez
Mota y Alonso Lujambio Irazábal, como a los resultados educativos logrados.
En el lanzamiento público de la convocatoria al Quinto Congreso Nacional, el
3 de mayo del presente, Gordillo se pronunció por un cambio drástico en el
enfoque de las políticas educativas de los últimos años. Señaló: “es hora” de
que se diseñe una política de Estado y dar un basta de parches al sistema
educativo en México. Basta de no aceptar que lo que requerimos es una reforma de
gran calado, un cambio estructural” (El Universal, 4/05/11).
Tal pronunciamiento fue naturalmente interpretado como una posición de
deslinde del organismo sindical respecto de las políticas instrumentadas por la
Secretaría de Educación Pública (SEP). Más concretamente, como el principio del
fin de la Alianza por la Calidad de la Educación suscrita entre el SNTE y la
SEP, dada a conocer el 15 de mayo de 2008.
En virtud de este contexto, llamaron la atención de los medios algunas
expresiones de Elba Esther Gordillo en su discurso del 15 de mayo, en las cuales
transluciría, según la prensa, la vigencia del respaldo sindical al titular del
Ejecutivo. Particularmente las palabras: “Gracias, porque su gobierno, a cinco
años, podemos decir con satisfacción y orgullo: nos ha cumplido en el compromiso
de ir elevando salarios, prestaciones y la dignificación social del magisterio
mexicano.”
Una lectura más detenida del texto de la líder del SNTE hace ver, no
obstante, que sus palabras de gratitud expresan, como normalmente ocurre en las
ceremonias del Día del Maestro, la satisfacción del gremio por los acuerdos de
incremento salarial y las prestaciones negociadas con la autoridad, pero no más
que eso.
En cambio, se reitera la crítica sindical: “Claro que la mejor herramienta
que disponemos para cumplir con la juventud es la educación. Claro, requerimos
de una educación con mucho más calidad de la que disponemos hoy. Claro que no
estamos conformes con lo que hemos logrado”, así como el señalamiento según el
cual la vía reformista está agotada.
De especial interés, por otra parte, son las señales que muestra el SNTE
—siempre según el discurso de Elba Esther Gordillo— acerca de los procesos y
mecanismos de evaluación. El primero atiende al Instituto Nacional de Evaluación
para la Educación (INEE).
Al respecto, el texto del discurso indica: “Aún hoy, estamos pidiendo
convertirlo (al INEE), señor presidente, porque estamos claros de su convicción
democrática, y su deseo de que la sociedad se inmiscuya más en el tema, a que
este instituto se convierta en una institución autónoma y ciudadanizada;
petición que, sin duda, siempre he sabido, comparte su gobierno, y muchas
organizaciones civiles comprometidas con el tema, ya que ellos la permitirían
desplegarse con una perspectiva mucha más amplia e incluyente. Las Asociaciones
de Padres de Familia así nos lo han solicitado y así nos hemos comprometido”.
En declaraciones a la prensa, posteriores al encuentro, Elba Esther precisó
que “el INEE debe ser una especie de IFE, que no se partidice” (La Jornada,
16/05/11). Por su parte, el presidente Felipe Calderón Hinojosa acusó recibo del
tema del INEE, y aunque no se pronunció sobre la opción de la autonomía, sí
habló de la necesidad de “fortalecer” la institución.
La propuesta —que coincide con la perspectiva desarrollada por el Partido
Acción Nacional y el Panal (Partido Nueva Alianza), así como por algunas
organizaciones sociales involucradas en la educación— implicaría una
transformación institucional relevante. Para empezar, si se está pensando en
elevar al INEE al rango de órgano constitucional autónomo, su reforma conlleva
cambios de alcance constitucional, en la Ley General de Educación, y en las
normas educativas de los estados. No es algo menor, pero sobre todo haría falta
definir con precisión la relación entre los resultados de las evaluaciones y los
procesos de toma de decisiones en la jurisdicción de la autoridad educativa. Lo
que tampoco es trivial.
Una segunda propuesta se refiere a la opción de implantar la Norma Oficial
Mexicana del Servicio de Calidad de la Educación Básica que, según Elba Esther,
“la autoridad está analizando.” Esta cuestión es inquietante. La NOM educativa
diseñada por el SNTE propone un gigantesco esquema de evaluación de
establecimientos y servicios educativos. Más aún, este instrumento —al fijar los
estándares de gestión, formación y evaluación en el marco del sistema nacional
de normas técnicas, regido por la Ley Federal sobre Metrología y Normalización
(LFMN) — extrae de los poderes Ejecutivo y Legislativo el control de aspectos
cruciales en el gobierno de la educación básica obligatoria.
La SEP no cuenta con un Comité de Normalización para dictaminar la
pertinencia de la NOM y ninguno de los comités técnicos de normalización
reconocidos por la Secretaría de Economía es competente en materia de evaluación
educativa, entonces, ¿a qué autoridad se refiere la líder del SNTE?, ¿es acaso
una finta o va en serio esta vía?
En todo caso habrá que estar pendientes de la que parece la posibilidad más
viable, aunque no exenta de riesgos de retroceder en lo que se ha avanzado, es
decir, la eventual reforma del INEE. Por lo pronto, el debate está abierto.