La unicidad de la nueva Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) que, a partir
del presente ciclo escolar (2010-2011), ha entrado en vigor en España, radica en
la unidad de reglas y procedimientos que implica antes que en un exámen único y
común para todos los aspirantes. Cualquiera que haya cursado el bachillerato en
España y prentenda proseguir estudios superiores, sea en una universidad pública
o en una privada, debe pasar obligatoriamente por el tamiz de la PAU. Pero la
forma y el contenido de la prueba reconoce la diversidad de formaciones y por lo
tanto de capacidades de los egresados.
La semana pasada describimos la estructura general de la PAU, así como las
oportunidades que el nuevo sistema de selectividad ofrece para mejorar
resultados individuales. Conviene recordar que es una prueba en dos etapas, la
primera de las cuales es general y obligatoria aunque posibilita que el
estudiante elija en qué lengua extranjera desea ser examinado y en qué
asignatura del último año de bachillerato desea presentar el ejercicio de
modalidad. En la segunda fase, que es voluntaria y sirve para mejorar el puntaje
alcanzado en la primera etapa, la elección de prueba también respeta la decisión
del estudiante.
El esquema brinda a los alumnos la ventaja de ser examinados, al menos
parcialmente, en aquellas materias en que son o se sienten con mayor ventaja
académica. Además, como una porción del contenido de los exámenes evita el
formato de opción múltiple, los aspirantes pueden plasmar capacidades académicas
distintas a la sola memorización de los contenidos disciplinarios.
Como podrá imaginar el lector, el problema logístico de evaluar cientos de
miles de exámenes individuales, con esas características, no es irrelevante.
Para tal efecto, se tiene prevista la operación de nutridos contingentes de
profesores de bachillerato y de estudios profesionales encargados de la tarea. A
tal efecto, la regla indica que en cada centro de aplicación de exámenes, que
para el caso son las universidades a las que están administrativamente adscritos
los centros de bachillerato, debe integrar cuerpos de evaluación en que estén
representados tanto profesores de bachillerato como profesores universitarios,
en ambos caso especialistas en las materias que se examinan.
Una vez obtenidas las calificaciones se comunican notas a los aspirantes,
quienes tienen el derecho de aceptar o inconformarse con el resultado obtenido.
Para el recurso de inconformidad se estableció la siguiente regla: la prueba
respectiva vuelve a ser calificada por un evaluador distinto al de la primera
ronda y la nueva calificación se promedia con la primera, dando como resultado
una nueva nota. Se prevé incluso una segunda instancia de revisión, en cuyo caso
se promedian los tres resultados para una calificación definitiva.
Los egresados de bachillerato pueden presentarse la PAU tantas veces como lo
requieran para obtener el puntaje que alcance para acceder al programa
universitario al que aspiran. La norma indica que la PAU se organiza dos veces
al año, pero deja abierta la posibilidad de un mayor número de aplicacions.
Además la nota mejor nota obtenida en la fase general puede conservarse por
tiempo indefinido y las calificaciones en las pruebas de la segunda etapa tienen
vigencia bienal.
Como todas las instituciones universitarias, otra vez las públicas y las
privadas, están obligadas a publicar con antelación la puntuación mínima
requerida y el número de lugares disponibles en cada programa, los aspirantes
tienen en sus manos prácticamente todos los datos que precisan para tomar una
decisión de carrera realista e informada.
Recuérdese que la PAU cuenta sólo el cuarenta por ciento de la nota válida
para la selectividad. El otro sesenta por ciento es el promedio obtenido en los
últimos dos años de bachillerato. El esquema entonces premia la regularidad y el
desempeño en los estudios antecedentes, pero compensa oportunidades a través del
conjunto de exámenes integrado en la prueba de acceso.
Para los mayores de 25 años, la PAU elimina el ejercicio de idioma
extranjero, y para los mayores de 45 años dicha prueba hace de lado los
requisitos de examen de modalidad y prueba de idioma, es decir se limita al
examen de capacidades de comprensión de lengua castellana, así como a la prueba
de historia de España o historia de la filosofía. Las universidades están
obligadas a reservar cuotas cuantitativas para mayores de 25 y para mayores de
45 años; de no cubrirse esas cuotas entonces los lugares reservados amplían la
oferta de espacios para los jóvenes recién egresados.
Por último, hay reglas especiales para aspirantes extranjeros. Los nacionales
de los países de la Unión Europea (UE) se ven beneficiados por el convenio
regional de reconocimiento mutuo de estudios. La nota con que se presentan a la
fase de selectividad es la obtenida en su país en prueba equivalente o bien el
promedio alcanzado en el ciclo de bachillerato. Los aspirantes de países fuera
de la UE deben convalidar el certificado de ciclo medio superior y presentarse a
la PAU, a menos que exista un convenio específico de reconocimiento de estudios
afín al que rige en el área europea.
Indudablemente el modelo instituido en España presenta ventajas sobre otros
sistemas nacionales de admisión universitaria, aunque también ha recibido
críticas válidas. La principal es que, en la actualidad, el egreso de
bachillerato se ha estabilizado y se cuenta con una oferta universitaria
suficiente para atender a la casi totalidad de aspirantes, por lo tanto,
argumentan algunos especialistas y varios rectores en España, el solo promedio
de bachillerato serviría para los efectos de la selección. Otra crítica,
bastante generalizada por cierto, cuestiona la complejidad del sistema. Se habla
en este sentido del “laberinto de la selectividad”.
Hay que decir, por último, que la condición sine qua non para implantar un
modelo de esta naturaleza es contar o construir una robusta plataforma de
coordinación universitaria.