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12 de marzo de 2009

Fuga de cerebros mexicanos, ¿realidad preocupante o mito genial? Primera parte

La semana pasada, a raíz del seminario Fuga de Cerebros: movilidad académica y redes científicas, coordinado por Sylvie Didou y Etienne Gérard, se ventiló en medios un añejo debate: la migración de científicos y otros profesionales al extranjero como indicador el la incapacidad de la economía nacional de aprovechar recursos humanos formados con una alta inversión pública y la pérdida de oportunidades para el eventual desarrollo del país.

Más de un centenar de notas en diarios nacionales y locales merecieron las declaraciones del subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán Gutiérrez, doctor en sociología y Premio Nacional de Demografía en 2004, en el sentido en que la cantidad de mexicanos con educación superior que trabajan en el extranjero es del orden de cientos de miles de personas.
 
Por el contexto, los medios identificaron el dato como una expresión de la fuga de cerebros mexicana y adelantaron interpretaciones acerca del preocupante desperdicio de recursos públicos en la formación de estudiantes de nivel superior y sobre la pérdida de oportunidades para que en México se consoliden procesos de innovación, transferencia tecnológica y mejores cimientos para transitar hacia la economía del conocimiento.
 
Otros medios cuestionaron, por inefectivas, las respuestas que el Conacyt ha generado para recuperar o aprovechar los talentos perdidos. El propio Juan Carlos Romero Hicks, director general del organismo, salió al paso del debate para afirmar que en México no existe una “fuga masiva de cerebros”, como lo prueba el hecho de que aproximadamente 70 por ciento de los becarios de posgrado regresan a México (Notimex, 03/03/2009).
 
¿Hay o no hay fuga de cerebros? ¿De qué tamaño? ¿A dónde se dirige? ¿En qué se coloca? ¿Cómo se organiza? ¿Es circular o permanente? Son preguntas que vale la pena abordar para discernir, en primer lugar, la importancia del fenómeno, pero también para discutir, en su caso, algunas opciones de política pública.
 
1. La migración de México a EU, ¿diáspora o mercado laboral binacional?
 
México es hoy el país con la mayor cantidad de emigrantes (Organización Internacional para las Migraciones, 2008; OCDE, 2008; Banco Mundial, 2008). Las estimaciones más conservadoras estiman que aproximadamente 11.5 millones de individuos nacidos en México residen temporal o definitivamente, con papeles o indocumentados, en otro país. Este dato puede interpretarse, en primer lugar, a la luz del volumen migratorio mundial: según la oficina de estadísticas de las Naciones Unidas, la proporción actual de emigrantes ascendía en 2005 a 3 por ciento de la población planetaria. En México, el mismo año, más de 10 por ciento de quienes nacieron en el país residían en otro, esto es una proporción al triple del referente mundial. También puede deducirse que 6 por ciento de los migrantes del mundo son mexicanos, o casi uno de cada quince (ONU, 2007).
 
Sólo en Estados Unidos, reporta la encuesta continua de hogares del Buró del Censo (American Community Survey), la población mexicana residente en sumaba 11 millones 424 mil 600 personas en 2007, cantidad equivalente a 2.8 por ciento de la población total estadunidense, casi un tercio de la migración internacional y más de la mitad de los migrantes irregulares en ese país.
 
La misma fuente indica que la población de “origen mexicano”, que es el total de migrantes naturalizados y sus hijos (quienes pueden haber nacido en Estados Unidos), migrantes con el estatus de residencia legal permanente, migrantes con residencia temporal autorizada por motivos de trabajo, estudio o negocios, y migrantes indocumentados, llega a 28 millones 165 mil 623 individuos, lo que equivale a una décima parte de la población total estadunidense y representa ya la primera minoría de origen migratorio en el vecino del norte.

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