Acaba de publicarse y ha comenzado a circular el estudio de Yevgeny Kuznetsov
y Carl Dahlman titulado Mexico´s Transition to a Knowledge-Based Economy.
Challenges and Opportunities algo así como la transición mexicana hacia una
economía basada en el conocimiento, retos y oportunidades, con el sello
editorial del Banco Mundial (BM)y disponible en la página web del organismo.
Después de discutir la importancia que tiene la generación y aplicación de
conocimientos científicos para un desempeño económico exitoso y competitivo en
el plano internacional, los autores pasan revista a un conjunto de indicadores
comparativos (benchmarking) sobre cuatro áreas que consideran estratégicas para
entender, por un lado, cuál es la posición de México en el contexto global y,
por otro, qué tipo de políticas e inversiones sería necesario desarrollar con
ánimo de mejorar.
Tales áreas, también consideradas como los pilares de la economía del
conocimiento, son, para los autores: a) una economía y un régimen institucional
que genera incentivos para el uso eficiente de la base de conocimientos
existente y para el desarrollo de nuevos conocimientos, así como una cultura
emprendedora floreciente; b) un sistema nacional efectivo de innovación, que se
apoya en: centros de investigación, universidades, laboratorios de ideas
(think-tanks), firmas consultoras y otras organizaciones que pueden contribuir a
seleccionar de entre la creciente producción global de conocimientos los más
útiles a las condiciones locales, adaptarlos y crear nuevas vertientes de
conocimiento; c) una población capacitada y educada, que puede crear y utilizar
conocimiento, y d) una infraestructura dinámica de información, que puede
facilitar el efectivo procesamiento, comunicación y diseminación de información.
En la sección del documento que corresponde a la evaluación del desempeño de
México en torno de los aspectos indicados, los especialistas llevan a cabo un
doble ejercicio de comparación: en primer lugar, cómo y qué tanto ha
evolucionado el país en la última década; en segundo, cómo se comparan sus
resultados con los de otros países, particularmente con Estados Unidos, la
región adscrita a la OCDE y los países de América Latina.
En ambos niveles los resultados obtenidos son poco alentadores. México se
ubica en el grupo de países cuyo desempeño en materia de generación y aplicación
de conocimientos, en lugar de avanzar, ha permanecido estancado y en varios
puntos incluso ha retrocedido. La brecha que separa al país con las economías
más desarrolladas ha tendido a extenderse, lo que significa que hoy las
condiciones de competitividad en la economía del conocimiento son mucho más
complejas que hace diez años.
Según los autores, el país exhibe las siguientes condiciones: en materia de
organización económica y régimen institucional, existe una sólida apertura para
la competencia internacional, pero debilidades evidentes en materia regulatoria;
ha mejorado la protección a los derechos de propiedad intelectual, pero
subsisten grandes debilidades por corrupción e ineficiencia del gobierno.
En cuanto al sistema educativo, la situación aparece como negativa en una
perspectiva de largo plazo, debido a insuficiencias en cobertura y calidad de la
educación. El pilar más débil es el que se refiere al sistema de innovación,
particularmente para una economía del tamaño de la mexicana.
Por último, en el rubro de tecnologías informáticas, la posición de México es
claramente inferior a la del mundo desarrollado, pero también inferior a la
alcanzada por varios países de América Latina, principalmente Brasil, pero
también Chile, Costa Rica y Argentina (páginas 19 a 25).
Como puede adivinarse, las secciones que siguen a la de diagnóstico en ese
documento se encargan de plantear opciones de política pública en varias áreas.
Tales recomendaciones se concentran en tres puntos: la necesidad de fortalecer
financiera e institucionalmente el sistema de generación y aplicación de
conocimientos, la necesidad de extender y poner al día la infraestructura de
cómputo y telecomunicaciones y la necesidad de generar incentivos para articular
el sistema de producción de conocimientos a la planta productiva nacional.
Por cierto, la base de datos que sostiene el estudio de Kuznetsov y Dahlman
es el sistema KAM del Banco Mundial. La KAM (Knowledge Assessment Methodology)
está disponible en línea en el portal de internet del organismo y permite
comparar el desempeño de los países en torno de 83 variables organizadas
respecto de los cuatro pilares ya citados. La próxima semana comentaremos los
resultados de 2008 del Knowledge Economy Index (KEI) basados en esa metodología.
Por ahora una probada: en el índice concentrado, México aparece en la posición
59 de 134 países, cuando en 1995 ocupábamos el sitio 55. ¿Sirve de consuelo que
Estados Unidos era el tercer país en 1995 y cayó hasta el noveno lugar en 2008?